miércoles, 18 de mayo de 2016

CAMINO DEL CAMINANTE. Un extra en la historia del caminante.


UNA MIRADA, CINCUENTA AÑOS ATRÁS.


A veces es bueno hacer un alto en el camino para volver la mirada atrás y “al volver la vista atrás  -como diría Machado-  se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. 

Y eso me ha ocurrido en este mes de mayo de 2016 cuando contemplo el mayo de 1966. Una etapa que pude vivir desde Sucre, en mis primeros andares por esta Bolivia entrañable…



FE Y ALEGRÍA

Un 9 de mayo de 1966 este movimiento de educación popular iniciaba sus primeros pasos en Bolivia. Hace 50 años nacía, como toda nueva vida, de una semilla pequeña. Semilla importada desde Venezuela, gracias a la inspiración de un jesuita, el P. José María Vélaz que, en 1950, había iniciado una experiencia de educación popular.

Y esa semilla, años más tarde llegaría a nuestro país, difundida por otros jesuitas, el P. Víctor Blajot y el Hermano Humberto Portocarrero     -con el apoyo de religiosas-  para fructificar y multiplicarse…  ¿La base inicial de la experiencia? La humildad del pueblo comprometido con el cambio: en La Paz, en la zona de La Portada, el Sr. Octavio Amarro, un trabajador fabril, padre de ocho hijos, cede cinco dependencias de su humilde vivienda para que sean utilizadas como aulas… “Si no se hacen como estos pequeños…”

De igual forma, en Santa Cruz, donde antes no existían ni calles ni menos el asfalto   -fiel al lema de que “Fe y Alegría comienza donde se acaba el asfalto”-  se inició la escuelita de La Merced con apoyo de las religiosas Hijas de Jesús.

Después seguirían Sucre, Potosí, Oruro y Cochabamba. Con campañas y rifas todos en Fe y Alegría  -religiosos, profesores, estudiantes-  colaboraron para conseguir fondos para las escuelas.

    








UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA (UCB)

En el mismo mes, unos días más tarde, el 14 de mayo de 1966, correspondería también a los jesuitas dar los primeros pasos en la creación de la Universidad Católica, en la ciudad de La Paz. En aquel caso no había familia humilde que entregara parte de su hogar para empezar las clases. Fue el Superior Provincial de la Compañía de Jesús quien cedió su vivienda y el terreno de Següencoma para que se organizara también el primer curso.

No partió la Universidad Católica de una necesidad popular, sino del pedido de la Conferencia Episcopal de Bolivia. Era otro el público al que se iba a atender y muchos jesuitas jóvenes nos oponíamos a ese proyecto.

La obediencia a los obispos pudo más en los primeros años, pero pronto los jesuitas se retiraron de la UCB para que la Conferencia Episcopal designaran a otros una obra que  -sin negar lo meritorio de la enseñanza superior-  no respondía tan directamente a la vocación de la Compañía de Jesús: trabajar con los más marginados, esos que en palabras del actual Papa Francisco son los “descartados” de la sociedad.


¿CONTRASTE O COMPLEMENTO?

Para la celebración de los 50 años, en Fe y Alegría no hubo grandes acontecimientos ni visitas de autoridades. En Santa Cruz ni el alcalde ni el gobernador se hicieron presentes al acto de reconocimiento. La prensa tampoco cubrió un hecho tan importante a pesar de los miles de jóvenes que pasaron por sus aulas y de los más de cien mil adultos que salieron del analfabetismo y estudiaron gracias al Instituto Radiofónico Fe y Alegría.

En cambio, para la celebración de los 50 años de la Universidad Católica llegó desde Roma un representante del Papa y se reunieron en  la catedral diferentes autoridades. La prensa editó incluso una separata resaltando el crecimiento de la universidad en Bolivia: de treinta y un alumnos en 1966 ha pasado a catorce mil…

Como en muchas ocasiones, queda latente una inquietud: ¿Los humildes y marginados de esta sociedad son menos atendidos por esa Iglesia de Cristo Jesús que escogió  -según el Vaticano II y las declaraciones del CELAM-   a los más necesitados? ¿O ambas tareas son acogidas por la Iglesia y se complementan entre sí, desde la alfabetización de gente humilde hasta la titulación de “notables profesionales”?

Las palabras de Francisco son claras y contundentes: “No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten el mensaje. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio (…). Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (La alegría del evangelio, nº 48).