lunes, 7 de septiembre de 2020

Cap. 20:    IRFACRUZ, IRFA Y RADIO SANTA CRUZ

Un 12 de octubre de 1982

No trato de realizar ninguna apología de esa fecha. Es más, ni creo en el mito del “descubrimiento” ni en el “encuentro” de culturas”… Pero por esas situaciones de la vida, fue justamente en esa fecha cuando me encontré con el P. Víctor Blajot, en la ciudad de La Paz. Don Víctor era un jesuita venerable, querido por muchos y también rechazado  -¿y quién no lo es?-  por unos pocos.
El P. Blajot había llegado a Bolivia en 1963, con la experiencia acumulada de haber sido maestro formador de novicios, superior de la provincia jesuítica de Cataluña, asistente del superior General de los jesuitas en Roma y otros muchos cargos más…

Aunque como buen catalán tenía sus rasgos de tacañería  -cuando dejé la Compañía de Jesús, no quiso darme un simple finiquito de $us. 600,00 único patrimonio que tenía para recomenzar con 35 años una vida de laico-,  sin embargo había un mutuo sentimiento de simpatía y amistad. Y ese cariño se afianzó y aumentó cuando dejé de ser jesuita.
Ese 12 de octubre marcaría un cambio importante en mi vida. Desde que llegué a Bolivia, siempre había trabajado en las regiones andinas, tal y como describí en capítulos anteriores. Al encontrarnos ese 12 de octubre de 1982, el P. Víctor me abordó directamente: -Con Fe y Alegría estamos iniciando una radio educativa en Santa Cruz de la Sierra, ¿no te animarías a ir a Santa Cruz?  Me sorprendió la pregunta y me agradó la confianza que mostraba en mí. Después de consultarlo con mi esposa, la respuesta fue afirmativa. Nos daba un poco de temor, pues esa decisión significaría cambio de vivienda, de escuela para mis hijas  -que ya habían tenido otro cambio de Barcelona a Iquitos, en Perú, y de ahí a La Paz-, de círculo de amistades y de clima. Pero también era un desafío y la vida está llena de interrogantes y de cambios… Al menos, así lo viví desde que dejé la casa de mis padres a los 17 años. Ahora, con 42 años, seguiría cambiando y caminando por nuevas rutas.
Con esa decisión y para conocer algo en qué consistiría mi nueva tarea, a fines de noviembre del 1982, aterricé en el aeropuerto del Trompillo. A ese mismo aeropuerto había llegado en julio de 1964, después de un viaje por barco desde Barcelona hasta el puerto de Santos, en Brasil, y de ahí, por avión, a Santa Cruz. En aquel momento, Santa Cruz era una etapa de paso hacia mi destino en la ciudad de Sucre, donde permanecería durante tres años trabajando como profesor. Ahora, dieciocho años después, retornaba con mi familia para radicar en las tierras bajas de Bolivia.
Mi primera sorpresa fue encontrarme con Álvaro Puente, que había ido a recibirme acompañado de Rosalba del Valle, religiosa dominica que trabajaba en IRFA. Fue un primer contacto con IRFA. Una manera de conocer una institución que había nacido impulsada por otra religiosa, Emma Rioja, con la inspiración de los jesuitas, Tomás García Garrote y Víctor Blajot.


Instituto Radiofónico Fe y Alegría: IRFA

El Instituto Radiofónico Fe y Alegría (IRFA) era una adaptación a Bolivia de la experiencia nacida en las islas Canarias (España), también bajo la dirección de los jesuitas. El IRFA canario fue una respuesta al avance económico y turístico de España, en la década de los ’60. La idea en aquel entonces fue ofrecer cursos de educación primaria y también de idiomas a los trabajadores de las islas canarias para que pudieran insertarse en el desarrollo turístico de las islas.

I R F A en 1986 
El 4 de agosto de 1961, el presidente constitucional Víctor Paz Estensoro había promulgado el D.S. Nº 06931 en el que se reconocía a la Iglesia Católica la personería jurídica para ejercer la enseñanza en todo el territorio nacional.

En el año 1966 los jesuitas iniciaron una experiencia  -que procedía de Venezuela y se estaba iniciando también en Perú-  de educación popular.

Ese experimento de capacitación por radio para mejorar los conocimientos de adultos que no habían podido ir a la escuela se trasladó a la República Dominicana y de ahí llegó a Bolivia. En 1975 los jesuitas sugirieron el inicio de una experiencia radiofónica pero adaptada a las necesidades de los sectores populares de Santa Cruz.
Y el inicio del trabajo correspondió a la hermana Emma Rioja, que junto a un pequeño grupo de maestros rurales comenzaron la preparación de locutores y la realización de textos de educación popular.
Durante todo el año de 1975 se prepara, por una parte, al equipo pedagógico (serán ellos los que grabarán las clases radiofónicas) y, por otra, un pequeño grupo que se trasladará por los barrios de la ciudad en moto perifoneando el inicio de clases por radio y animando a quienes los veían incrédulamente para que se inscribieran al primer curso.
Nombres como César Peña, Victoria Rosales, Ilse Arias, Ricardo Joaquín, Mario Panique, María Ribera, Martha Senzano, Ana María Pedriel, Enrique Aguilar, Catalina Rodríguez, Rodolfo Rivas, Eyda Núñez, Ever Rojas (Mosito), Germán Vaca, Armando Vásquez y Gueisa Peña fueron la piedra fundamental, junto a las religiosas fundadoras: Emma Rioja, Rosalba del Valle y Emilia Gómez


“Me recuerdo yo –nos relata Armando Vásquez, uno de los primeros trabajadores que permanece todavía en IRFA- cuando el 78 se inauguraba el mundial de futbol en Argentina, me recuerdo bien y en enero era todo un pistolón que se hacia acá en los medios de comunicación por la gran inauguración del campeonato argentino del 78 y justo inicia enero del 78…, yo entro a trabajar a la institución a invitación de la madre Emma Rioja Gutiérrez que era la Directora en ese tiempo de la institución que sería un lugar más pequeño que ahora donde estamos.

Yo me recuerdo bien que nosotros éramos de todo el personal de IRFA, éramos sólo once personas y la oficina estaba ubicada en la calle Colón por la “7 Calles”; ahí se alquilaba la oficina que eran 2 piezas, su pequeño patio, una salita de grabación y no era más… Ahí era el alquiler y toda esta oficina estaba comandada por las religiosas que en ese tiempo ya estaban las hermanitas llevando adelante lo que era la institución a la cabeza de la hermana Emma Rioja”

Un año después, en 1976, a través de radio Oriental, Grigotá y Santa Cruz, en Santa Cruz de la Sierra, y radio Mensaje y Norte, en Montero, salieron al aire las primeras clases de educación de adultos dirigidas a los clubes de madres y, posteriormente, a comunidades rurales.
Dos nombres que no se pueden pasar por alto y que fueron piezas clave en el desarrollo de IRFA: Germán Vaca, cariñosamente apodado “Chicharrón”, como promotor de la zona norte, en Montero, y Enrique Aguilar, como técnico de imprenta, amos ya fallecidos.
Y otro nombre que fue puntal en el trabajo de IRFA es el de Fanny Perrogón. El 1 de febrero de 1978 inició su tarea junto a la fundadora Emma Rioja: ”Empecé de secretaria de IRFA  -nos relata Fanny como testimonio-; luego, auxiliar contable y terminé de contadora. No trabajaba con los promotores directamente, pero me tocaba ir de gira algunos fines de semana, sobre todo cuando se aplicaban los exámenes, o a visitar a los Maestros Guías. Cuando se hacían cursillos de Maestros Guías iba a Muyurina a participar de los talleres”.

Del inicio de IRFA preñado del entusiasmo de los fundadores se fue pasando a una etapa de mayor organización y ampliación del trabajo; para ello, se incorporó la experiencia de enseñar el evangelio por radio y, como una sección del IRFA, se creó EVARUR (Evangelización Rural por Radio). Este paso significó la incorporación de dos religiosas: Madela Sainz y Bárbara Barr además de los laicos Juan Miguel Zambrana, Eliseo Morón y Carmen Coca.
El tiempo avanza, las necesidades se agrandan y de una pequeña infraestructura en la calle Colón, se adquiere un terreno y local propio en el barrio Fe y Alegría (lugar en el que permanece hasta el día de hoy). No solamente se cambia de oficina, sino que se contempla la necesidad de no depender de las emisoras que transmitían las clases. Nuevamente la Hna. Emma Rioja, en conversaciones con los jesuitas de la parroquia de La Merced, consideran la importancia de disponer de una emisora propia: de esa forma se podría escoger los horarios más convenientes para las clases, sin estar supeditados a las publicidades comerciales y/o a las transmisiones de fútbol que las emisoras privadas consideraban prioritarias.
“En el tema de las visitas pedagógicas  -nos explica Carlos Coca-  antes salíamos a hacer las visitas, pero ahora sólo lo hacen los promotores y ellos son los que hacen sus informes, viendo qué dificultad hay, que se vaya  avanzando, y esa información a veces no nos llega, el promotor no lo trae.
Está el promotor que es el encargado de zona, donde tiene sus maestros guías, su centro, sus  alumnos. Y está el coordinador de promotores que es el que viaja a cada zona a hacerle seguimiento. Ahora yo estoy como coordinador de promotores”.
El trabajo en aquellos años estaba inspirado más por la mística que por el interés económico. Por eso, la misma Fanny nos recordará que cuando realizaron el I Seminario de IRFA en “Muyurina[i], en octubre de 1978, se realizó un seminario a nivel  latinoamericano denominado "Curriculum Radiofónico" auspiciado por ALER y la sede fue IRFA. La Hna. Emma me mandó de secretaria a ese seminario. Luego de tres semanas, hubo una última semana donde se reunieron los Directores de las Escuelas Radiofónicas solamente, y en la misma también me tuve que quedar de secretaria pero estuve solamente el día lunes, porque murió mi padre biológico y me tuve que ausentar. Regresé a Muyurina luego del funeral y antes de terminar la reunión de directores tuve que irme a Santa Cruz a mecanografiar el informe final del seminario para que se lo llevaran los directores. Trabajé más de 40 horas seguidas sin dormir pero logré terminarlo a tiempo”.
El trabajo no se reducía a la grabación de las clases o a la impresión de documentos, sino que se extendía a desplazarse por las comunidades campesinas, a pesar de que los caminos no siempre eran cómodos y transitables. Por eso, Fanny recordará también aquellos caminos por donde transitaba en el Toyota, hace más de treinta años: “Recuerdo los caminos malos y las plantadas que nos dábamos en la noche; una vez estábamos desde atrás empujando el Land Cruiser para sacarlo porque estaba enfangado, y la traviesa de Toya  -Victoria Rosales, otra las iniciadoras del IRFA- pisó el acelerador y nos bañó de barro a todos los que estábamos por atrás empujando”.
En 1982, después de reflexión y búsqueda de financiamiento en el exterior, se consigue el apoyo de una ONG de Holanda para la adquisición de una radioemisora que, además tenía aprobadas por el ministerio de Comunicación las frecuencias en ondas media y corta y un nombre que la señalaba como una insignia para nuestro departamento: Radio Santa Cruz.

RADIO SANTA CRUZ
Con esa realidad me encontré en aquel mes de noviembre de 1982 y, al mismo tiempo, con la novedad de que la Hna. Emma Rioja había sido destinada por sus superioras a Cochabamba, con lo cual en enero de 1983 me correspondía iniciar el año como director de IRFA y con la misión de comprar la radioemisora Santa Cruz y trasladarla a las oficinas del barrio Fe y Alegría.
Sin embargo, no significaba que en aquel momento estaría solo para esa tarea: por una parte, el equipo de maestros y promotores ya mencionados anteriormente y, por otra, el apoyo de Álvaro Puente  -que había llegado a IRFA pocos meses antes que yo-  y de Rosalba del Valle fueron fundamentales. Rosalba había estado desde un inicio con Emma y conocía todo el tema pedagógico; Álvaro regresaba a Bolivia después de un exilio, desde el golpe de García Meza, que lo llevó a Nicaragua, Cuba y México. Su formación ideológica, además de su capacidad práctica para solucionar problemas técnicos fue indispensable.  
En palabras del propietario de la radioemisora que nos vendió, podemos recordar cómo se dieron los primeros pasos, desde que la dirigió el Señor Emilio Peña y pasó a su hijo Emiliano: “Todos han puesto su granito de arena para hacer que ese medio creciera, hemos llegado a ocupar sitiales importantes a nivel local y a nivel nacional en cuestión de audiencia. Cuando ya mi padre tuvo su infección de diabetes, alguien tenía que ponerse al frente, yo ya estaba estudiando la Carrera de Derecho en la Universidad René Moreno, yo había estudiado Electrónica, así que le ayudaba en lo técnico y en lo administrativo; yo estuve con la Radio desde el año 1972 - 1973 por ahí, hasta el año 1983, en que pasó a Fe y Alegría”.
El nombre de la emisora era importante para IRFA puesto que hace alusión al departamento cruceño y, además, porque ese nombre estuvo sugerido por uno de los grandes personajes de la historia cruceña: como se luchó por la regalía del 11%, exigieron a mi padre que tenía que cambiarle el nombre.  El Doctor Melchor Pinto Parada, que fue un Patricio Cruceño, le dice a mi padre: «tu Radio puso el pecho por su pueblo, puso al servicio de Santa Cruz, yo quiero pedirte que le pongas RADIO SANTA CRUZ porque se lo han ganado y que su aniversario sea el 24 de Septiembre» y seguí el consejo de don Melchor Pinto".

IRFACRUZ SRL.
El primer paso fue legalizar y darle personería jurídica a la radio adquirida. Debo mencionar el gran aporte del abogado, Fernando Rodríguez, que tuvo que conjugar lo jurídico con lo religioso: hacía falta dos socios para constituir una Sociedad de Responsabilidad Limitada, que aportaran un capital para comprar la radio: la Compañía de Jesús fue uno de los socios y Fe y Alegría, el otro. Para resaltar el nombre de IRFA  -iniciadora de la experiencia- se le adjuntó CRUZ  -en alusión al departamento- y de ahí nació IRFACRUZ.
El siguiente paso fue dotar a la emisora de una potencia de transmisión de 1 kilovatio en ondas media y corta, de tal forma que en las comunidades más alejadas de la ciudad pudieran escuchar no solamente ya las clases, sino los programas informativos y de entretenimiento propios de toda radio.
Pronto empezó a sonar en el éter una melodía, escrita y cantada por el camba Florencio, acompañado por Marcelo Zanabria, que se convirtió en la característica de radio Santa Cruz:
Tonadas que son ciclajes,
Cual canto tierno del sayubú,
Que cuanto más las escuchas
Más te entretiene radio Santa Cruz.
Con su mensaje educando,
Opina y orienta, cumpa singular,
Cual torcaza mensajera
Informao te tiene radio Santa Cruz”.
El reto era grande: había que crear un espacio informativo (Informacruz, dirigido por Fortunato Esquivel); había que incorporar algunas lenguas indígenas para aquellos que en la distancia nos escuchaban, y así nació el informativo trilingüe (castellano, quechua y guaraní, conducido por Marcelo Huanca) y no se podía dejar de lado el papel de la mujer, tantas veces postergada en Santa Cruz: la radio revista “Mujeres del Pueblo”, conducida por Miriam Suárez, se dedicó a resaltar los derechos de la mujer.
La participación del pueblo era fundamental en el enfoque de una radio popular y comunitaria, por ello, se creó el programa “La Peñita del Pueblo”, difundida los sábados por la tarde, que invitaba a cantar a diferentes representantes de los barrios, de entre los cuales surgieron algunas voces destacadas.
El 25 de octubre de 1983, aniversario de la creación de IRFA, se inauguró también con nuevos equipos  -lo cual me significó un periplo por ONG’s de Europa y por una empresa distribuidora de equipos de radio, en Miami-  la nueva Radio Santa Cruz, la emisora del Instituto Radiofónico Fe y Alegría…, con una pequeña trampita: los equipos que adquirí en Miami recién habían llegado a nuestra oficinas, no estaban instalados todavía para funcionar correctamente… ¿la solución?  Colocamos todo lo nuevo en las áreas que visitaría el público, pero la transmisión verdadera se realizaba desde un cuarto aparte… Todos quedaron admirados por la “calidad” de sonido que emitían… ¡los equipos viejos!
Al mismo tiempo que la emisora se consolidaba, el Instituto Radiofónico iba creciendo en alumnado y se requirió la incorporación de más promotores que atendieran regiones como Camiri, San Julián, Guarayos  además de los barrios de la ciudad.
La formación de los estudiantes exigía un crecimiento también en el nivel pedagógico así como en el seguimiento in situ a los estudiantes. El papel de Victoria Rosales (Toya) como cabeza de los promotores fue fundamental para alentar a maestros guías y estudiantes a superar las dificultades de un aprendizaje realizado por radio y a una edad en la que ya quedaba lejana la escuela formal. A nivel administrativo, Fanny Perrogón y, posteriormente, Beatriz Romero, se encargaron del buen funcionamiento contable de la institución.
Además de las clases de alfabetización y primeros cursos del nivel primario, se incorporó el nivel intermedio: ocho cursos en total que permitían a los estudiantes recibir su certificado de estudios reconocido por el Ministerio de Educación.
¿Una emisora subversiva?
En la década de los ’80 -exactamente el 10 de octubre de 1982-,  Bolivia salía de años de dictadura militar y se iniciaba el período democrático con el retorno de la Unión Democrática Popular (UDP), bajo la Presidencia de Hernán Siles Suazo. Eran años de transición, no todos admitían un gobierno conformado, entre otros partidos, por el PCB y el MIR. En el Oriente Boliviano, predominaba dentro de la política un enfoque conservador, con una tradición basada fundamentalmente en FSB.
De ahí que, comenzar con una radioemisora que hablaba a favor de los campesinos y los pueblos indígenas, que denunciaba el abuso de algunos terratenientes y que proclamaba los derechos de las mujeres, significó crear un cierto ambiente adverso a la radio Santa Cruz, aun cuando los sectores populares estaban totalmente a favor de esa emisora.
Un ejemplo patente fue la denuncia de la masacre llevada a cabo en San Julián, en 1985, cuando el empresario Tomelic disparó contra campesinos quechuas que habían migrado desde Potosí para colonizar aquel municipio. Como respuesta, los mismos campesinos mataron a dicho empresario. La reacción de los medios de comunicación privados y de los sectores conservadores de la Falange y del Comité Cívico cruceño fue tajante e intentaron vengar, por una parte, la sangre del “patricio cruceño” y, por otra, atacar a la radio Santa Cruz que salió en defensa de los campesinos.
Después de unos días de tensión, fomentados desde la ciudad de Santa Cruz por un presentador de Canal 13 que insultaba a los campesinos “collas” calificándolos como “asesinos que chupaban la sangre de los cambas” y otras afirmaciones falsas, la situación se serenó…
Con el transcurso de los años, Radio Santa Cruz iría ganando un espacio preferencial en el área rural gracias a la potencia del transmisor de onda corta, y del enfoque de los programas informativos y de participación.

La hora cruceña
El Comité cívico pro-Santa Cruz ha jugado papeles muy importantes en el desarrollo de la cruceñidad bajo la dirección de grandes líderes, tal y como se menciona anteriormente a propósito de don Melchor Pinto Parada. Sin embargo, no siempre ha tenido líderes de la misma talla de don Melchor…  En los años 84, y con el afán de cobrar más protagonismo, se les ocurrió instaurar la “hora cruceña”, lo cual significaba adelantar el reloj en una hora, con respecto a todo el país.
La idea no tenía mucho sentido pues se aplicaba tan sólo a la ciudad, por tanto quienes iban a trabajar a Montero, situado a 50 kms. de Santa Cruz, llegaban antes todavía de que abrieran las oficinas… Igual ocurría en los vuelos… Se quiso copiar de Brasil, que tiene husos horarios diferentes dentro del mismo país, debido a que en el país vecino hay diferentes meridianos que lo cruzan de norte a sur…
Muchas radios se plegaron al pedido del Comité y anunciaban: “En Santa Cruz son las 08:00 de la mañana y en Bolivia las 07:00”. ¡De locos! En Radio Santa Cruz no aceptamos ese cambio, lo cual nos valió críticas por parte de la derecha comiteísta, aunque a las pocas semanas se retiró la propuesta y todo siguió normal…  

La música, un elemento sustancial
Radio Santa Cruz había transmitido siempre en onda media y corta. Diez años más tarde, en 1993, dio paso también a la frecuencia modulada, con la finalidad de acompañar musicalmente a una audiencia urbana que no siempre se interesaba por mensajes concientizadores. De esa forma, ampliamos la infraestructura (se construyó un salón de actos donde pudieran actuar cantantes, realizar presentaciones musicales y otros eventos de cultura) y adquirimos un transmisor Harris, transistorizado, de 10 kilovatios de potencia. Algo nunca visto en Santa Cruz y que algunos colegas de otras emisoras nos pedían contemplar ese bello transmisor. La pregunta clásica brotaba enseguida: “¿Y cuánto vale?” Yo les remitía a El Principito, de Saint Exupéry, aunque dudo que muchos de ellos lo hubieran leído…



Coincidiendo con las elecciones presidenciales de junio de 1993 (que ganó el MNR con Gonzalo Sánchez de Lozada) se lanzó al éter el primer programa en frecuencia modulada, con todo una grupo de jóvenes comunicadores, alumnos míos de la Universidad Núr: Sandra Parada, Róger Romay, Rolando Colpari,  Rubén Pacheco, Marcelo Vera y otros jóvenes…

Foto: En la inauguración de las nuevas instalaciones, el Vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, el Alcalde Percy Fernández y detrás el Director General de IRFACRUZ, P. Víctor Blajot.

PERSONAL DE IRFA: 1975 - 2014
Directores:
Emma Rioja (1975-1982)
José Ros (1983-1986)
Eugenio Domínguez, S.I. (1986-1988)
Víctor Blajot, S.I. (1989-1994)
Francisco Flores, S.I. (1995-2002)
Javier Velasco, S.I. (2003-2012)
Juan Carlos  Gutiérrez  (2013…)






martes, 21 de julio de 2020

SEIS AÑOS DESPUÉS… AL VIEJO CONTINENTE!


21 de junio de 1970. Esa fecha había de marcar un quiebre en mi vida, un antes y un después… La selección de fútbol de Brasil jugaba contra Italia la final de la copa mundial de futbol, en el estadio Azteca de México, D.F.

https://fbcdn-sphotos-a-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc7/384698_10151825536734298_478198492_n.jpgAnteriormente, en 1968, había asistido a la clausura de los juegos olímpicos en el D.F. pero esta vez, dos años después, no estaría en la clausura del mundial de fútbol.
Mientras los mexicanos se aprestaban a ver el esperado encuentro entre Brasil e Italia, yo volaba hacia el aeropuerto de Londres, como una breve etapa previa a Barcelona para desde ahí, después de unas vacaciones con mis padres, dirigirme a Bruselas.

Se terminaban cuatro años de estadía en México. En ellos había llegado al sacerdocio, parecía que ya era lo último a lo que podía aspirar. Y sin embargo,  sentía que me faltaba culminar algo más mi formación.

En esos cuatro años  -y hasta los años 80- se había empezado a vivir algunos cambios dentro de la Iglesia, como resultado del Concilio Vaticano II. Pero todo cambio de estructuras, toda renovación social, suelen ser lentos, y dentro de la iglesia católica, con un pasado histórico de dos mil años, todo era demasiado lento, mientras que el mundo avanzaba a la velocidad del jet que me trasladaba al viejo continente.


Sentado en la comodidad del avión (iba casi vacío pues poca gente quería salir de México el mismo día de la final de un mundial, con Pelé como estrella) pensaba en mi examen de “ad audiendas”. Para ser sacerdote había que estar en condiciones de escuchar (de ahí la expresión en latín “ad audiendas”) confesiones y para ello, se estudiaba teología moral, con toda la casuística que ello implicaba.

Dentro de la Compañía de Jesús, el examen final del curso de moral, se realizaba en forma oral, ante un tribunal compuesto por tres teólogos jesuitas y abierto al público. Cada uno de los examinadores simulaba ser un o una fiel más que se confesaba ante el estudiante para valorar las respuestas y los consejos que daría el día de mañana ese futuro “confesor” sometido en ese momento al examen.

Me acuerdo de un compañero mexicano muy inteligente, gran teórico, al que todos los compañeros admirábamos por sus conocimientos, que se presentó ante el tribunal. Dada la expectativa que despertaba la “confesión pública” ante uno de los mejores estudiantes, muchos compañeros llenamos el aula. El examen solía durar alrededor de una hora. Uno de los examinadores, sacerdote ya de edad, envuelto en su negra sotana, simulaba la confesión de una bailarina:

-       -  Padre, quiero pedir perdón por la vida ligera que llevo.
-    - Hija mía (los que estábamos como público tuvimos que contener la risa, al imaginarnos a ese venerable jesuita de vida ligera). Y ¿cuál es su pecado?
-     - Verá, padre, yo actúo bailando en un programa de televisión, y salgo ante las cámaras con muy poquita ropa…
-     - Y dígame  (aquí el novel confesor no sabía ya cómo continuar) ¿a qué hora actúa usted…?

¡Ahí terminó el examen que debía haber durado una hora! La falta de prudencia en la pregunta le significó a nuestro compañero repetir el examen meses más tarde… Los profesores eran inflexibles no tan sólo al valorar el conocimiento de la materia, sino al momento de medir la prudencia en el diálogo que se aplicaría cuando confesáramos de verdad…  ¡Una pregunta así, de realizarse en el momento de una confesión, podría considerarse como una insinuación para querer ver a la vedette!


http://ec.aciprensa.com/newwiki/images/1/1f/Paulovi.jpg
La teología moral, sobre todo en el aspecto referido a la vida sexual, cuando además el Papa Pablo VI acababa de publicar, el 25 de julio de 1968, la encíclica Humanae Vitae (“De la vida humana”, en latín) era la materia más compleja[1]. ¿Se podía aplicar el control de natalidad, fuera de los métodos naturales?



A mí tampoco me fue de maravilla en el examen “ad audiendas”. En el tribunal había dos profesores de teología moral. Uno de ellos, ya en edad de jubilarse, defensor a ultranza de la teología tridentina, y otro recién llegado al seminario, tenía una visión más abierta. Justamente me correspondió “confesar” a una señora, representada por el jesuita mayor, que me decía tener tres hijos y, dada su situación económica, no podía mantener a más:

-       - ¿Qué hago, padre?  -me lanzó la pregunta con una mirada angustiosa-
-      - A ver, señora  -yo todo respetuoso ante el examinador más anciano-  ¿usted ha conversado con su esposo y los dos piensan que nos les conviene tener más hijos?  -mientras hacía otras preguntas para que pasaran los minutos, de reojo miraba al examinador más joven para tratar de captar alguna reacción en él… 
-       - Si, padre, lo hemos conversado entre nosotros dos y no podríamos atender y educar bien más hijos  - Sentí que algo se tambaleaba delante de mí y llegó el momento de mi consejo; tenía que decidir entre una respuesta acorde a los cambios en la teología o mantenerme en la tradición-
-       - Mire, señora, si ustedes dos, en su conciencia consideran ante el Señor que han de buscar alguna forma de evitar más hijos…

Ahí terminó también mi examen. ¡Reprobado! Y es que la opinión del profesor decano pesaba más en el jurado que la del joven docente. Tenía que seguir estudiando como otros más, para repetir el examen…

La carta del papa Pablo VI había sido tajante, demasiado categórica; y sin pretenderlo, levantó división de opiniones entre los mismos teólogos. ¿Dónde quedaba la conciencia de los católicos si todo tenían que hacerlo por obediencia? Aquí empezaban las discusiones, según el criterio más o menos amplio de los teólogos[2].

Pero no se trataba tan sólo de la moral, toda la teología debía ser reenfocada a partir de los decretos y constituciones promulgadas por el Concilio.

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/fotos/juan_xxiii_2.jpgAnteriormente, el papa Juan XXIII había lanzado el mensaje: hay que abrir las ventanas de la iglesia para que entre el aire del mundo. El aggiornamiento era una necesidad en la actuación de la Iglesia: el retorno a las fuentes bíblicas, la liturgia…, todo ello era un desafío para la iglesia y, dentro de ella, para los jesuitas.

Por eso, al terminar los estudios de teología en México solicité una beca para completar un año más de especialización (hoy diríamos un diplomado) en teología, pero esta vez en un país europeo que consideraba más avanzado en estudios teológicos. 

En Bruselas, Bélgica, existía un instituto de jesuitas “Lumen Vitae” (“Luz de la vida”, en latín), dependiente de la universidad de Lovaina. No quería volver a Bolivia para el trabajo pastoral sin antes haber asentado mejor mi base teológica.

Así, aquel 21 de junio de 1970, a bordo de British Airways, dejaba México, con mi corazón un poco roto por tener que alejarme de amistades tan entrañables. En el aeropuerto mexicano me despedí, guitarra en mano y con un hermoso sombrero de charro, de quienes se acercaron hasta el Peñón de los Baños. Envuelto en esos pensamientos sobre lo incierto del futuro, me dirigía hacia la vieja Europa con la incógnita de lo que me esperaría en Europa.

Y la primera diferencia que encontré fue que la familia había crecido: mis hermanos ya casados y el mayor de ellos con dos hijas y un niño. Por parte de mi hermano menor, la primera de las niñas ya estaba en camino.

En el mes de agosto de 1970 me dirigí a Paris, para practicar francés y, en septiembre, hice mi llegada al Instituto Lumen Vitae donde viviría y estudiaría hasta mi retorno a Bolivia.


  




[1] Esta encíclica subraya que el matrimonio cristiano es válido sólo bajo los fundamentos de la unión, el amor, la fidelidad y la fecundidad. Por ello, el acto conyugal no puede separar los dos principios que lo rigen: el unitivo y el procreativo. De esta forma, la Iglesia católica opone a todo tipo de anticoncepción, sea cual sea su naturaleza. Aun así, cuando existen serios motivos, la encíclica propone como lícito el uso de los métodos naturales para espaciar temporalmente los nacimientos, limitando las relaciones conyugales a los períodos naturales de infertilidad de la esposa.
[2] Las enseñanzas de la encíclica fueron rechazadas abiertamente por algunos grupos de católicos. De hecho, dos días después de su promulgación, un grupo de teólogos, liderado por el sacerdote Charles Curran, publicaron una declaración que decía que la conciencia individual de cada católico debía de prevalecer en un dilema tan personal.

jueves, 30 de agosto de 2018

La primera infancia


RETAZOS DE UNA VIDA

I.              LA PRIMERA INFANCIA

De mi infancia pocos recuerdos guardo y los que se agolpan a mi mente me llegan en desorden, sin una claridad cronológica.

Sé que el 19 de enero de 1935 dos ciudadanos de Murcia, Teresa y Francisco, encaminaron sus pasos hacia la iglesia parroquial de San Antolín y en ella contrajeron matrimonio. Ellos serían mis padres. Pero mi pasado histórico casi ahí termina pues nunca conocí a mis abuelos paternos y traté muy poco con los maternos.
Parece que en aquellos tiempos  -o en la región murciana-  no se hablaba mucho de la guerra civil que envolvería a España durante tres años. ¿Murieron de muerte natural mis abuelos paternos? ¿Fueron asesinados durante aquella contienda que enfrentó a los españoles republicanos en contra de los sublevados llamados nacionalistas? El hecho es que ni siquiera aparece el nombre de ellos en la participación matrimonial. Por parte de mi padre, es su hermana, María (una tía que sería para nosotros desde el nacimiento como una abuela) quien invita a la celebración del matrimonio. Por parte de mi madre, fueron sus padres, José y Rosa, quienes publicaron la convocatoria. 

¿Quiénes serían los padres de mi padre? ¿A qué se dedicaron? Tan solo escuché alguna ligera referencia a que mi abuelo paterno hubiera sido un maestro de escuela, ya que a mi padre  -bromista por regla general.-  le gustaba repetir el dicho: “ése pasa más hambre que un maestro de escuela”… Fuera de alguna frase suelta, ni tan siquiera el nombre de ellos supe nunca y en casa no se hablaba de los abuelos… Una dinastía ascendente muy breve la mía…  

Sé que cinco años más tarde, un 29 de enero de 1940, llegué a este mundo, en un barrio clásico de la Barcelona antigua, en Sants, en la calle Sant Medir, y deduzco que ahí estuve los primeros años de mi vida, aunque no recuerdo qué hice en aquella primera etapa.

Lo que sí puedo afirmar  (y supongo que eso influyó en el olvido de algunos momentos que pudieran haber sido algo importantes) es que provengo de una familia murciana, que migró como otros miles y miles a Barcelona al acabar la guerra civil y que, por lo mismo, nunca recibí una influencia ni del idioma (mis padres apenas llegaron a decir en catalán más que “bon día”…) ni de las costumbres catalanas…

Mi padre era guardia civil y durante la guerra lo destinaron a Barcelona, con lo cual después de un tiempo, aparecimos viviendo toda la familia en un cuartel de la guardia civil. A mí no me desagradaba eso de vivir a toque de corneta militar: nos despertaban al toque de diana y nos íbamos a dormir cuando sonaba también la corneta con el toque de queda. Cada familia recibía un pequeño apartamento dentro del cuartel, y ahí vivíamos mis padres, mi hermano mayor (que también había nacido en Murcia) y yo. Dentro del cuartel había una sección, la intendencia, (el economato, se llamaba) donde se conseguía lo indispensable para vivir, dado que en aquel tiempo de posguerra había mucha carestía. Supongo que a las familias de los militares se les facilitaba la compra de pan, arroz y otros alimentos.

De pequeño me afectó una bronquitis intensa y duradera. Cada día, durante varios meses, me ponían una inyección y ya mi cuerpo estaba como regadora, casi todo perforado, hasta que a un médico más sensato se le ocurrió que me haría bien un cambio de aires, vivir en otro ambiente más seco. Murcia, lugar de origen de mis padres, donde vivían dos tías de mi madre (las chachas, les decíamos) se presentaba en el horizonte, como una región más seca y en donde podría vivir sin tener gastos de alquiler ni de alimentación; mis tías no habían tenido hijos y estaban felices de recibirme en su casa…

Sin embargo, en un viaje por tren, en aquel tiempo de locomotoras impulsadas con carbón, el cansancio era muy fuerte; podía ser peligroso para mis accesos de tos. La solución fue el barco: un viaje de dos (¿o tres?) días en barco, por el mar Mediterráneo resultaba más suave. ¿Sería aquel viaje de la infancia un preludio de lo que significaría veinte años más tarde mi viaje, no sólo por el Mediterráneo sino cruzando el Atlántico para llegar a Sudamérica?

Y ahí me fui en compañía de la tía, hermana de mi padre (la tita María), que viviría siempre con nosotros y se convertiría en el hada madrina de mi hermano y mía. Al primer día de navegación se me pasó la tos. Se acabó sin avisar, tal y como había llegado… y con esas travesuras propias de los niños, lancé por la borda todos los medicamentos al mar… ¡No iba a necesitarlos más!  En aquellos tiempos no se hablaba de la protección del mar y con mi gesto espontáneo tal vez algún pez se sanó al tragarse mis jarabes.

Y no sólo tiré las medicinas, también hice lo mismo con la gorra de un marinero que se había hecho amigo nuestro. Y vaya por dónde, la forma de agradecer la amistad, allá en mi tierna infancia, fue agarrar su gorra, jugar con ella y luego… ¡zás!, a ver si la pillas… ¡Se la tragó el mar! Nunca pude saber si el marinerito habría sido sancionado por no estar completo su uniforme, pero en el candor de la infancia me reí e incluso él  -no tiene importancia, señora, le dijo a mi tía-   reaccionó sonriendo un poco.



El barco nos dejó en Cartagena, el puerto de la región murciana, y desde ahí en tren a Murcia capital, donde nos esperaban dos viejitas de edad indefinible, siempre vestidas de negro, viudas ambas, sin hijos, que se convertirían en mis ángeles guardianes.



De aquella época  -¿tendría yo seis o siete años?- recuerdo muchos momentos hermosos, experiencias únicas, en una ciudad que más parecía un pueblo. Ahí vi por vez primera las tartanas, unos carretones tirados por caballos, que hacían las veces de taxis o transporte público.

Sentados en el carrito, con las maletas encima de las rodillas, mis chachas, mi tita María y yo nos trasladamos desde la estación del tren hasta la casa donde pasaría varios meses disfrutando del cariño de mi familia murciana y del respeto que infundía haber nacido en Barcelona: para los murcianos yo era “el señorito” que había llegado desde una gran capital donde había tranvías, autobuses y otras modernidades de aquella época que no existían en el sur de España.

                                               (Ejemplos de tartanas, de los años 1940…)