miércoles, 1 de julio de 2015

RETAZOS DE UNA VIDA. Cap. 11: BÉLGICA

A mis 30 años de edad, la vida en Bélgica significó una apertura a otras experiencias no vividas anteriormente.

Una iglesia de avanzada

Entre los años 1962 – 1965, convocado por el gran papa Juan XXIII, se había realizado el Concilio Vaticano II. Ese encuentro de la iglesia católica significó sesiones de debates entre obispos y cardenales. Unos aspiraban a cumplir con el aggiornamento de la iglesia, según el deseo de Juan XXIII: entre éstos se encontraba el cardenal Josef Suenens (1904-1996), un obispo católico belga que ejerció el ministerio episcopal durante más de 50 años y 
creado cardenal de la Iglesia romana en 1962.

Cardinal L. Suenens.jpgSuenens fue uno de los principales protagonistas en la celebración del Concilio Vaticano II  (1962-65). Entre otras denuncias públicas, durante el Concilio, mencionó que llevaba en su corazón la falta de valor dada a los laicos de la Iglesia: "Nuestros hermanos separados reprocharán a la Iglesia por el pecado de clericalismo y por reprimir a los laicos”.

Cardenal Ottaviani
Otros cardenales y obispos, por el contrario, deseaban mantener intacta la estructura de la iglesia y que sólo se realizaran pequeñas modificaciones para conservar sus privilegios: entre ellos, destacaba el cardenal Alfredo Ottaviani (1890-1979), un cardenal italiano prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, más conocida como “el Santo Oficio”, que dirigió como secretario la Curia Romana desde 1959 a 1966. Ottaviani fue una figura prominente en la iglesia de su tiempo y fue la principal voz conservadora en el Concilio Vaticano II.
Entre esas dos visiones de la Iglesia se movía la Europa de los años 70. Por eso, al llegar a Bruselas iba con la expectativa de encontrar una teología posconciliar más moderna y actualizada a los nuevos tiempos. Y fue así cómo me fui entroncando dentro del Instituto Lumen con compañeros y compañeras procedentes de todos los continentes. Los debates en clase eran interesantes y la aplicación de la teoría a la práctica en barriadas obreras constituía un incentivo para investigar más y dialogar con la población.
La iglesia holandesa también nos atraía, sobre todo por la experiencia que se iniciaba ya de sacerdotes casados y que, para quienes llegábamos del tercer mundo, añadía un interés mayor a nuestra formación. La parroquia universitaria de los jesuitas, en Amsterdam, era el foco de la avanzada teológica y de la renovación litúrgica.

El jesuita Huub Oosterhuis (nacido en 1933) teólogo, escritor y poeta era el principal impulsor de esa renovación de la música y la liturgia cristiana en el idioma holandés. Autor de más de 60 libros así como   más de 700 himnos, canciones, salmos (a menudo en una interpretación propia), y oraciones, en 1969 fue expulsado de la orden de los jesuitas y se casó en 1970. Siguió, sin embargo, trabajando en la parroquia universitaria como sacerdote casado y como militante político. “El Partido Socialista –decía-  está más cerca de la ética social de la Biblia que muchos partidos cristianos”.


Un despertar a la relación interpersonal
No puedo negar que esa visión de una iglesia más progresista me hizo ver otros enfoques dentro de la iglesia, entre ellos el papel de la mujer. Y nació así un encuentro con grandes amigas, belga una de ella, españolas también y otra peruana. Todos éramos conscientes de nuestro compromiso religioso y social; sabíamos que al acabar el curso nos separaríamos para regresar a nuestros países, pero eso no impedía  -estábamos seguros-  vivir un amor sublimado…
con estudiante polaco y belgas

¿Sería posible el sacerdocio casado?  Si ya en la etapa del teologado, en México, flotaba la pregunta, aquí en Bruselas, ante experiencias tan bonitas como la de la parroquia universitaria, con los jesuitas, se volvía más cercana, más punzante la pregunta.

La lectura de las cartas del gran paleontólogo jesuita, Teilhard de Chardin, en las que expresaba que “no somos seres humanos con una experiencia espiritual; somos seres espirituales con una experiencia humana…, y reiteraba “Todo cuanto puede hacer un hombre, ciertamente, es dar su afecto a un solo ser o a algunos contados seres humanos”.

reflexión grupal sobre vida religiosa
El estudio de teólogos franceses como Jean Laplace, en su libro “Le prêtre à la recherche de lui-même” (El sacerdote a la búsqueda de sí mismo) cuando plantea un nuevo tipo de sacerdote o la investigación teológica del insigne teólogo alemán, jesuita también, Karl Rahner hacían tambalear posturas tradicionales de la iglesia.    
¿El sacerdote tenía que renunciar a toda experiencia humana para vivir como ser espiritual o se podía compartir lo espiritual con una experiencia humana?

Eran preguntas que inquietaban y cuyas respuestas las buscábamos entre compañeros y compañeras de estudio en Lumen Vitae. La relación interpersonal se fue cimentando en aquel curso entre 1970-1971. Luego llegarían las separaciones y el deseo de algún posible reencuentro, aunque la vida nos llevaría a cada uno y cada una por diferentes derroteros...

Solo entre mujeres

El instituto Lumen Vitae ofrecía todas las comodidades posibles para los jesuitas. En la planta inferior: las aulas, biblioteca, comedor para los estudiantes, capilla para la oración y jardín para el descanso. Los tres pisos superiores estaban reservados para los jesuitas: dormitorios privados, baños, comedor para la comunidad. En cuanto salíamos del aula y subíamos al ascensor, desaparecía el bullicio alegre de los estudiantes y nos encontrábamos en la soledad y silencio propicios para el estudio y la reflexión…

Sin embargo, algo me incomodaba: era mi situación de privilegio sobre los estudiantes laicos que, además de tener que trabajar para pagarse sus estudios, llegaban a clases bajo la lluvia, la nieve y el frío, mientras que a mí me bastaba con apretar un botón y descender puntualmente para entrar al aula.

Y surgió la idea: ¿por qué no podía yo también experimentar la vida normal como hacían las chicas y chicos que estudiaban teología bíblica en Lumen Vitae? “No son del mundo, aunque están en el mundo”. Pues bien, intentaría estar en el mundo, así como en México había vivido en una comunidad dentro de un condominio normal y corriente.

Y a partir de esa reflexión, comencé la búsqueda de habitaciones en alquiler. La búsqueda y… la decepción! La búsqueda y… la comprensión del sufrimiento de miles de migrantes discriminados por el color de su piel o por su aspecto económico…

Caminar por las calles de Bruselas y ver en muchas casas letreros que anunciaban: “chambre à louer” (habitación para alquilar), despertaban la emoción algo ingenua de quien, a los 31 años, quiere empezar a vivir como el resto del mundo. Y ciertamente era ingenuo: “elle est déjà louée” (“ya está alquilada”) era la respuesta que recibía, cuando la dueña escuchaba mi acento extranjero. En otras ocasiones, con una muestra más descarada de discriminación y xenofobia, encontraba letreros como “pas d’étrangers” (“no extranjeros”).
¿Era esa la Bélgica de mentalidad abierta, país de avanzada, de donde habían surgido grandes pensadores o era así la del cotidiano vivir?

Marguerite Abeloos, estudiante de Lumen Vitae y buena amiga, se ofreció para ayudarme: me acompañó en mi búsqueda y al ver uno de los letreros de alquiler entró ella sola para que la dueña viera que se trataba de una belga; yo entraría después, una vez apalabrado el monto de la renta, pero…, la buena Marguerite sufrió en carne propia la vergüenza al comprobar cómo la señora que le había ofrecido la habitación ¡cambiaba de parecer al verme!:  - Oh, lo siento, ahora recuerdo que ya ofrecimos la habitación a otra persona…, era la excusa rápida que encontraba la propietaria del inmueble…

Por fin, adopté otra solución: encontramos un edificio de cuatro pisos habitado por mujeres españolas, migrantes como tantas otras en la Europa de los sesenta, que trabajaban en diferentes talleres y oficios para ahorrar y enviar dinero a sus familias en España. La buhardilla estaba libre, y allí fui a parar, en una habitación con un catre, colchón, mesa y silla y una jofaina para lavarme…    

Único varón en un edificio alquilado a mujeres trabajadoras fue mi última experiencia en Bruselas. Unos meses después, en junio de 1971, terminé el curso. Y con ello, la preparación para regresar a Bolivia en donde me esperaba ya mi destino para trabajar en la parroquia del Sagrario, en Oruro…

grupo de Lumen Vitae, benedictino catalán, religiosas y sacerdotes



En la estación del ferrocarril de Bruselas, en la Gare de Midi, cada uno fuimos tomando diferentes rumbos. En la foto, se encuentran diferentes nacionalidades: Perú, Bolivia, Gran Bretaña, Catalunya, Polonia y México.








Y de nuevo, el mar

En agosto de 1971, después de los estudios en Lumen Vitae, volví a subir a un barco para regresar a Bolivia. La ruta del primer viaje, en 1964, había sido por el Atlántico  desembarcando en el puerto de Santos (Brasil) para pasar a Sao Paulo y, desde ahí, en avión a Corumbá y Santa Cruz.

con familia Batiste en puerto de Barcelona


La segunda travesía fue por el Pacífico, cruzando el canal de Panamá para desembarcar en Arica (Chile) y por tren hasta la ciudad de La Paz. Pero esto ya será tema de otro capítulo del camino del caminante.


Un homenaje, en esta foto, a Enric Batiste, gran amigo desde 1954, época de la JOC y del trabajo en la fábrica Pegaso, fallecido recientemente en 2015. 



1 comentario:

  1. Como he comentado en otras ocasiones,tú descomunal memoria y lúcida inteligencia me dejan d dejan anonadado.

    ResponderEliminar