jueves, 9 de julio de 2015

FRANCISCO, EL PAPA EN SU LABERINTO


Así describe García Márquez a Simón Bolívar cuando lo define en la novela “el general en su laberinto”. Y  así veo a un papa que quiere renovar, transparentar la iglesia, acercarla más al pueblo, pero envuelto y rodeado todavía por un gran sector de la jerarquía eclesiástica que lo rodea y tratará de evitarle su encuentro con la realidad. Esperemos que en su visita a Bolivia el mismo papa se aplique lo que él recomienda a los obispos en su encíclica, La alegría del evangelio: “…Hay que escuchar a todos y no sólo a algunos que le acaricien los oídos” (EG., 31).   

LLEGA EL PAPA FRANCISCO, el hombre que quiere vivir en humildad y sencillez, que deja los privilegios del Vaticano para vivir en una residencia y comer con los visitantes; el hombre que pide suprimir títulos como Santidad, Eminencia, Monseñor, llega a visitar un país laico por Constitución, pero católico en gran parte por su tradición y la enseñanza impartida por quienes quieren mantener su status.

Oficialmente se está preparando avenidas limpias por donde él pase -porque al pueblo se lo deja que viva inundado-, altares en el 2º anillo a los pies del monumento al Cristo y en el cambódromo -allá donde en carnaval las reinas bailarán luciendo todo su esplendor-, ley seca para mostrar a un pueblo sobrio  -aunque luego el alcoholismo se seguirá manteniendo y será uno de los causantes de violencia machista y de violaciones a jovencitas-. Llega a un país y una región donde la mujer es ultrajada con mucha frecuencia y donde fallecen muchas de ellas por abortos clandestinos.  

¿No resulta contradictorio semejante show organizado para un papa que desea acercarse al pueblo, conocer sus necesidades y traer un mensaje de paz y amor? Ojalá no lo envuelvan en una burbuja para arroparlo e impedir que hable con el pueblo...

Y es que todo ese el montaje que se está realizando para agradar al papa Francisco tiene el peligro de hacernos perder de vista lo fundamental de su papado. Se trata de engolosinar al visitante con altares hechos a la carrera y con gran dispendio  -la presidenta del concejo municipal, Angélica Sosa, no rinde cuentas de los gastos y sólo repite que recibieron apoyos-; con actos masivos para satisfacción no sólo del papa, sino del clero, desde la cúpula más alta de los obispos  -curioso constatar que las pocas religiosas que aparecen en la televisión son las “monjitas” dedicadas a hacer hostias…-, pero pareciera que se tratara también, por parte de los organizadores de opacar el sentido de este papa renovador.

Y la gran importancia de este papa, en primer lugar, es la revalorización de la TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN. No podemos olvidar que mencionar dicha teología era poco menos que una infidelidad a Roma y, por ende, a obispos y jerarcas de nuestra iglesia. Ahora, gracias a la elección de Francisco, se abren las puertas   -aunque las de nuestras diócesis todavía estén anquilosadas-  al mensaje teológico de fe y praxis, o la fe desde la praxis…

Otro gran signo de Francisco es que ha reconocido la santidad de luchadores en favor del pueblo y ha beatificado al gran arzobispo Romero, en El Salvador, hombre que murió consecuente al mensaje bíblico, pero que no había sido aceptado por la curia romana ni por las nuestras. Y por eso, este miércoles 8, por la noche, Francisco tendrá también el gran detalle de detenerse unos minutos al bajar por la autopista de El Alto a La Paz para orar cerca del lugar donde fue asesinado el jesuita Luis Espinal, también bastante olvidado por los órganos oficiales de la iglesia, aunque no así por el pueblo por quien luchó y murió
.
En tercer lugar, Francisco dio un gran paso al decidir que se aclaren las cuentas del Banco Vaticano, centro comercial en el que miembros de la mafia italiana actuaban y que se había convertido en foco de lavado de dinero. Y otro gran paso más reciente ha sido el nombramiento de un tribunal eclesiástico para juzgar a pederastas y a quienes los protejan.
Francisco, un papa renovador, que pretende seguir la línea evangélica de aquel Jesús que entró a Jerusalén a lomos de un asno y recibido por el pueblo con palmas; que fustigó a los mercaderes del templo y que recibió a prostitutas, ahora tendrá que ver el montaje realizado para recibirlo con todos los honores habidos y por haber, que recibirá llaves de todo color y valor, y que en vez de palmas verá un altar de lujo  -hecho sí con cariño-   que lo mantendrá alejado de ese pueblo que no tendrá ni espacio para acercarse durante la eucaristía ni dinero para adquirir unas manillas, reservadas para los más pudientes.  
  
Confiemos en que Francisco rompa con tanto formalismo, con tanta seguridad que lo aleja de la gente y también  -¡URGENTE, PAPA FRANCISCO!-  que revise la postura de la iglesia ante la mujer: ya basta de ver a religiosas al servicio de obispos y sacerdotes, como si no fueran capaces de ser profesionales al servicio de la iglesia. Como afirmaron en el último congreso de mujeres en la iglesia, realizado en Roma el pasado 28 de abril: “Nosotras, mujeres de la iglesia, no somos huéspedes, sino somos iglesia (…) ya es hora que la iglesia deje de hablar de la mujer y se disponga a hablar con las mujeres” (Congreso en la Pontificia Universidad Antoniana de Roma).  


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