CAP 1. POR TIERRAS DE LA MANCHA
Todo comenzó con una invitación, por
parte de una joven exalumna cruceña radicada ahora y casada con un manchego, a
visitar Mota del Cuervo, un lugar del que nunca antes había oído hablar, pero
que quedará en mi ya frágil memoria…, pero antes de llegar a La Mancha…
Santa Cruz – Madrid
El 23 de octubre aterrizaba en el
aeropuerto de Barajas (ahora renovado su nombre con el rimbombante
“Barajas-Adolfo Suárez”) el vuelo de BOA procedente de Santa Cruz. A la puerta
de salida, un rostro conocido, casi familiar, o sin el casi si considero a
Estíbaliz como mi familia madrileña. Ahí estaba ella para llevarme a su casa,
después de acompañar a mi esposa al vuelo de Ryan Air, que la llevaría
directamente a Londres mientras yo permanecería unos días por tierras hispanas.
Estibaliz es de esas personas con
las que uno se encuentra pocas veces en la vida. Amable y servicial como pocas,
sonriente, al servicio de causas nobles, y sobre todo dicharachera, lo cual le
añade una simpatía connatural. Nos conocimos allá por el año 1992, cuando ella
cursaba últimos años de periodismo en la universidad Complutense de Madrid.
Viajó a Santa Cruz para hacer prácticas de periodismo en prensa y televisión;
yo dirigía la radio Santa Cruz y por ahí coincidimos en diversos actos. Se hizo
amiga de mi familia, la considerábamos como una hija mayor, y ahora supongo que
a mí debe de considerarme como el abuelo menor…, además de un buen amigo.
Estíbaliz, junto a Manolo, su esposo
y compañero de vida, y Alejandra, su hija querida, conforman un hogar al que da
gusto llegar para constatar que en Madrid hay afabilidad y acogida sea cual la
procedencia del visitante. En mi caso, como catalán y boliviano, me siento como
en mi propio hogar… Ah!, y no hay que olvidar a Bella, esa simpática perrita,
que acompaña a la familia y no deja de lamerme sobre todo cuando me siento a la
mesa para comer… El instinto canino es incomprensible y sabe qué carita poner o
qué gemidos emitir para que le des un poco de tu plato… Ah!, Bella, Bella…, tú
no puedes faltar en ese hogar donde hay música, calor humano y sentimiento
perruno…
Por las tierras del Quijote
El sábado 24, me recoge una exalumna
cruceña, Lidia Tapia, con su esposo José, para ir a Mota del Cuervo, donde
habíamos programado con otra exalumna, Ali Fuentes y su esposo, Pedro López,
quedarme a dormir en su casa.
En una hora y media en auto desde
Madrid, realizamos la travesía que a don Quijote le habría llevado días… Un
alto en el pueblo del Toboso, la visita a un museo y el siempre necesario
descanso para comer en la posada de Aldonza. Lidia y José se esmeran por
hacerme conocer lo que Cervantes creó con su pluma y les dio vida para la
historia… Las calles del pueblito, las
pintorescas casas y la típica comida manchega, todo encierra el sabor de aquel
ilustre caballero de la triste figura.
El viaje continúa
hasta Mota del Cuervo, en donde nos espera Ali y Pedro López, su esposo. El
encuentro con Ali es cordial, cercano, como si hubiéramos mantenido una gran
amistad desde la universidad y sin embargo..., apenas la recuerdo de la época universitaria. Esta relación con antiguos estudiantes se producirá en casi todos los encuentros: jóvenes que me conocieron en clase, a los que he olvidado o me quedan muy en el penumbra de mi memoria y que, por el contrario, me demostrarán un gran cariño.
Así sería la casa del Quijote |
Esta situación la
vivo con Lidia Tapia y con Ali Fuentes, y se repetirá con Ximena Camacho,
Nataly Echalar, Karen Masai… Antes de iniciar el viaje eran tan solo nombres
como lo son cientos de estudiantes conocidos desde que en 1991 inicié mi paso
por la universidad; el profesor no puede retener tantos rostros, tantos nombres,
tan variados momentos vividos en en las aulas y fuera de ellas. Universidad
Nur, la UPSA, Universidad Gabriel René Moreno… En algún encuentro tengo que
esperar a que fluya
la conversación para deducir de cuál universidad procede
tal persona…
Con Lidia y Ali al inicio del encuentro |
Para el
estudiante la situación es distinta: han visto a un profesor, se le queda en su
conciencia un hecho concreto, una palabra pronunciada en otro momento, una
sonrisa, una felicitación por la tarea realizada o incluso…, la llamada de
atención -como en el caso de una joven,
que encuentro un día en una clínica y me recuerda que en una ocasión la expulsé
de clase-. Pero el tiempo ha sublimado muchos recuerdos, la distancia para
quienes han dejado su país y se abren paso en la vida agranda las bondades,
minimiza los malos momentos, y el encuentro se produce con una alegría, que se
funde en abrazos de cariño y sonrisas por ese presente. Para mí, cada encuentro
realizado en este viaje me significa una pequeña resurrección, da un sentido a
mi vida de docente y me abre el horizonte hacia otras posibilidades de trabajo
y comunicación…
Al pie de un antiguo molino de viento |
Mientras
visitamos los molinos de viento contra los que quiso pelear el Quijote, y al
acercarme a las armaduras y aposentos de Miguel de Cervantes, me iban
envolviendo esos pensamientos.
El paseo por la laguna de Manjavacas y la visita a la
ermita del mismo nombre, el castillo de Belmonte, la casona de la Beltraneja,
todo ello cobra un nuevo sentido porque juntos a ese pasado están ahí Alí y
Pedro, Lidia y José, y con ellos a través de la conversación, de las risas y el
recuerdo, afloran nombres y rostros de otros compañeros y compañeras de estudio
que se encuentran dispersos en otras ciudades españolas: Madrid, Barcelona,
Bilbao, Murcia, Valencia, Alicante…
Castillo de Belmonte |
Terminado el recorrido por el inmenso
Castillo de Belmonte, compartimos una agradable comida. Un hasta luego, no un
adiós se reflejaba en los rostros de todos, incluso en el de la cámara
fotogràfica, que por razones obvias no aparece en estas imágenes...
Lidia y esposo; Ali y esposo; dos bolivianas y dos españoles que realizan su propio camino por la Castilla española. |
Todo comenzó a fines de octubre, cuando había recibido una invitación de mi exalumna Ali Fuentes para conocer a su familia
ResponderEliminar