jueves, 4 de febrero de 2016

CAMINO DEL CAMINANTE. Un extra en la historia del caminante.


CAP. 2: MURCIA EN EL HORIZONTE


El río Segura a su paso por Murcia

Llegar a Murcia, despierta grandes recuerdos y sentimientos imborrables para mí. Si bien soy catalán por nacimiento (di mis primeros alaridos, allá en enero de 1940, en el barcelonés barrio de Sants), sin embargo mi sangre y parte de mis raíces provienen de la hermosa capital de la huerta…

Mis padres habían nacido en  Molina de Segura, un pequeño pueblo situado apenas a 15 kilómetros de Murcia, y allí se conocieron. A la sombra de palmeras plagadas de dátiles, del trigo y de higos chumbos vivieron su juventud. Años más tarde se establecerían en Barcelona y, pasada la guerra civil española, viajaban de tanto en tanto a la tierra murciana para reencontrarse con sus parientes. En uno de esos tantos viajes, coincidiendo con una vacación escolar de verano, fui con ellos y comencé a palpar lo que era la vida de una ciudad distante y distinta de la gran urbe que ya era Barcelona…


Imagen de la pasión. Autor Salzillo
Murcia es la ciudad que dio la vida e inspiración al gran escultor Salzillo, famoso sobre todo por esas obras que representan la pasión de Jesús y que cada año, en semana santa, las sacan en procesión por la calles, como una manifestación de la tradición y cultura católicas que responde más a la época de la España “oficialmente” católica, pero que no dejan de atraer a miles de turistas que contemplan esas obras de arte.




Ahora, en octubre de 2015, transcurridos setenta y cinco años, estaba convencido de que no podría quedar con vida ninguno de aquellos parientes o amigos de mis padres, que ya también habían fallecido.

Vivian Quiroga en Murcia
Sin embargo, en este octubre, después de haber conocido por vez primera rincones de La Mancha, el motivo de mi viaje era reencontrarme con tiempos pasados y, a la vez, visitar a Vivian Quiroga, una exalumna de la carrera de comunicación de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, de Santa Cruz, que desde hace más de diez años se estableció en un pequeño pueblo, Archena, cercano también de la capital murciana.


Monumento a la fundación de Archena



Y en Archena conocí también a otras bolivianas que han formado allí como una pequeña colonia, una pequeña comunidad boliviana  -y casi, casi, cruceña-  enclavada en una región donde realizan un trabajo sacrificado pero que también les ofrece otras recompensas económicas.


Dos días bastaron para revivir rincones y avenidas modernizadas, para pasear por el Malecón, a orillas del río Segura, y para conocer más de cerca cómo viven y trabajan las jóvenes bolivianas.

En el Malecón de Murcia



Me impresionó positivamente conocer cómo se lanzaron desde Bolivia a España, en búsqueda de trabajo y tras el sueño algo utópico de una mejor vida, al menos en el aspecto económico. Algunas han ido asentándose, creando nueva familia y tal vez retornen algún día al suelo cruceño para instalarse en su propia tierra. 



Otras no lo harán, se casaron con españoles, han conocido otras formas de vivir y de organizar su economía, pero todas las jóvenes con las que hablé mantienen en su corazón vivo el amor a este terruño que las vio nacer. 
Despedida de Vivian en Archena

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