II. EL
LABORATORIO DE RADIO
El semestre siguiente aumentó
considerablemente el número de alumnos. El primer día de clase oigo un golpeteo
de zapatos sobre el pasillo del módulo; unas chicas jóvenes entran rápidamente
y se sientan en primera fila. Sonrisas, caras nuevas:
-¿Empezamos?,
pregunto.
Una
de las chicas, con toda espontaneidad, exclama:
-Faltan
unos cuantos todavía, licen…
-¿Han
de venir más?
-Y
los que vendrán, me responde…
Efectivamente, de la docena
de estudiantes con los que comencé el anterior semestre, ahora pasan de
cuarenta. En semestres siguientes, llegaría a tener hasta 120 en un aula, a
donde llegaban como hormiguitas, cargando sus pupitres al hombro (otra de las
características durante unos cuantos años más en la Facultad de Humanidades sería
la falta de asientos para los estudiantes…) y aquellos que no encontraban
espacio dentro del aula, escuchaban desde afuera, apoyados en la ventana. Una
satisfacción para un profesor, pero una dificultad didáctica para contactarse
con cursos numerosos…
¿La radio? Esa fue la
primera inquietud que compartí con los jóvenes: ¿por qué no hacemos un proyecto
para presentar a la dirección de la carrera la adquisición de una emisora
universitaria? La UAGRM tenía (y sigue actualmente) un canal de televisión:
Canal 11, era el más antiguo de Santa Cruz y pionero a nivel nacional. ¿Por qué
no disponer de una radioemisora cultural e informativa?
Había que conseguir todo:
mezclador de sonidos, amplificador, micrófonos con sus pedestales, grabadoras…
¡y un local o aula donde instalar todo! Por las buenas no era fácil obtener
respuesta de las autoridades universitarias. Ni al decano ni al rector les
interesaba mucho destinar fondos para la compra de equipos. Sólo quedaba una
solución: la huelga de hambre. Los estudiantes del centro interno de
comunicación instalaron en un aula un piquete de huelga. El decano, casualmente,
tomó sus vacaciones en esos días. El rector, instalado en su despacho, no tenía
tiempo para atender las demandas…
La medida surtió efecto. Después
de varios días de huelga de hambre, cuando algunos estudiantes fueron
reemplazados por otros y parecía que se iban a debilitar por la falta de apoyo,
apareció el decano con un cheque en la mano, para que se levantara la huelga.
Tanto los chicos como las chicas eran conscientes de esa lucha iniciada:
-¡No basta con ver un
cheque! ¡No levantaremos la huelga hasta tener los equipos de radio aquí!
Con el auxiliar de la
materia de radio nos fuimos en un bus de la universidad a varias tiendas del
centro de la ciudad. Después de dos horas, pudimos entrar al aula con
micrófonos y el resto de equipos en la mano. ¡La huelga había triunfado! A
partir de ahí, podríamos realizar prácticas reales de radio, aunque sólo habían
de ser programas difundidos al interior de la Facultad.
Faltaba que se aprobara
también el proyecto de emisora propia. Esa tenía que ser la meta del movimiento
de estudiantes. Una meta que tardaría varios años en concretarse debido, por
una parte, a los intereses electorales de las autoridades y, por otra, a los
trámites que se tenía que realizar ante la Dirección de Telecomunicaciones para
que asignara, dentro del espectro radial, una frecuencia a la radio
Universitaria.
El primer paso se había
logrado. A partir de ahí, seguiríamos avanzando aunque fuese lentamente…