domingo, 28 de agosto de 2016

RETAZOS DE UNA VIDA. LA UAGRM, UNA EXPERIENCIA MÁS EN MI DEAMBULAR POR BOLIVIA. 2ª PARTE

II. EL LABORATORIO DE RADIO

El semestre siguiente aumentó considerablemente el número de alumnos. El primer día de clase oigo un golpeteo de zapatos sobre el pasillo del módulo; unas chicas jóvenes entran rápidamente y se sientan en primera fila. Sonrisas, caras nuevas:

-¿Empezamos?, pregunto.
Una de las chicas, con toda espontaneidad, exclama:
-Faltan unos cuantos todavía, licen…
-¿Han de venir más?
-Y los que vendrán, me responde…

Efectivamente, de la docena de estudiantes con los que comencé el anterior semestre, ahora pasan de cuarenta. En semestres siguientes, llegaría a tener hasta 120 en un aula, a donde llegaban como hormiguitas, cargando sus pupitres al hombro (otra de las características durante unos cuantos años más en la Facultad de Humanidades sería la falta de asientos para los estudiantes…) y aquellos que no encontraban espacio dentro del aula, escuchaban desde afuera, apoyados en la ventana. Una satisfacción para un profesor, pero una dificultad didáctica para contactarse con cursos numerosos…

¿La radio? Esa fue la primera inquietud que compartí con los jóvenes: ¿por qué no hacemos un proyecto para presentar a la dirección de la carrera la adquisición de una emisora universitaria? La UAGRM tenía (y sigue actualmente) un canal de televisión: Canal 11, era el más antiguo de Santa Cruz y pionero a nivel nacional. ¿Por qué no disponer de una radioemisora cultural e informativa? 

Había que conseguir todo: mezclador de sonidos, amplificador, micrófonos con sus pedestales, grabadoras… ¡y un local o aula donde instalar todo! Por las buenas no era fácil obtener respuesta de las autoridades universitarias. Ni al decano ni al rector les interesaba mucho destinar fondos para la compra de equipos. Sólo quedaba una solución: la huelga de hambre. Los estudiantes del centro interno de comunicación instalaron en un aula un piquete de huelga. El decano, casualmente, tomó sus vacaciones en esos días. El rector, instalado en su despacho, no tenía tiempo para atender las demandas…

La medida surtió efecto. Después de varios días de huelga de hambre, cuando algunos estudiantes fueron reemplazados por otros y parecía que se iban a debilitar por la falta de apoyo, apareció el decano con un cheque en la mano, para que se levantara la huelga. Tanto los chicos como las chicas eran conscientes de esa lucha iniciada:

-¡No basta con ver un cheque! ¡No levantaremos la huelga hasta tener los equipos de radio aquí! 
Con el auxiliar de la materia de radio nos fuimos en un bus de la universidad a varias tiendas del centro de la ciudad. Después de dos horas, pudimos entrar al aula con micrófonos y el resto de equipos en la mano. ¡La huelga había triunfado! A partir de ahí, podríamos realizar prácticas reales de radio, aunque sólo habían de ser programas difundidos al interior de la Facultad.

Faltaba que se aprobara también el proyecto de emisora propia. Esa tenía que ser la meta del movimiento de estudiantes. Una meta que tardaría varios años en concretarse debido, por una parte, a los intereses electorales de las autoridades y, por otra, a los trámites que se tenía que realizar ante la Dirección de Telecomunicaciones para que asignara, dentro del espectro radial, una frecuencia a la radio Universitaria.


El primer paso se había logrado. A partir de ahí, seguiríamos avanzando aunque fuese lentamente…

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