viernes, 13 de febrero de 2015

Cap. 2: Un caminar por la literatura


Si los dos años de noviciado significaron una inmersión en la oración y en la vida religiosa, los dos siguientes años estarían dedicados  -sin prescindir de la oración-  al estudio de la literatura, desde los clásicos griegos hasta la modernidad.

Había que recibir una formación humanista y para mí, que había salido de una fábrica de camiones, no me iba a resultar fácil: el latín sería la lengua oficial  -poetas latinos como Virgilio, Horacio-, además de los griegos  -las tragedias de Sófocles, Esquilo, el pensamiento de Platón y Aristóteles-  nos decían que ayudaban a formar la cabeza… ¡Parece que la mía no la modificaron mucho!

Además de los clásicos, no se pasaba por alto la literatura moderna: escritores como Leon Tolstoi, Fedor Dostoievski, Boris Pasternak  -dentro de la literatura rusa-  o Albert Camus, François Mauriac, Paul Claudel, Antoine de Saint-Exupéry  -por citar algunos franceses-  contribuían a la formación del espíritu y a la creación literaria.  De ahí que también teníamos que redactar cuentos, ensayos, poesías  -aunque dudo que pocos ciudadanos de a pie soportaran la lectura de unos principiantes como nosotros…-,  la oratoria también incluía la formación puesto que se decía  -resabios de un orgullo que hoy en día ha desaparecido-  que el jesuita servía para todo…

No olvidaré aquellas comidas en silencio, con más de cien comensales escuchando la lectura de un libro de historia declamado desde el púlpito del comedor ante el rector, profesores y estudiantes… De esa forma se inculcaba la importancia de aprovechar el tiempo, en lugar de perderlo conversando. No se puede negar que escuchamos la lectura de libros que nunca los leeríamos por propia iniciativa.

Hablar en público

Se aprovechaba también el tiempo de las comidas para que cada estudiante preparase un discurso y lo lanzara con toda la pasión posible del novato a un auditorio incrédulo, aburrido muchas veces, que saboreaba un caldo o un plato de arroz y que  -si el superior no lo miraba-  te mostraba un pedazo de carne en el tenedor… Los jugos gástricos del novel orador entraban en juego y uno no sabía cómo proseguir el discurso ensayado durante horas en su habitación…

Matayótes matayotéton kai panta matayótes” (“¡Vanidad de vanidades y todo vanidad!”) me tocó disertar una noche, en el comedor, en idioma griego, mientras unos compañeros me sonreían beatíficamente tratando en vano de alentarme en mi esfuerzo por recordar todo el magnífico discurso en griego que siglos atrás había pronunciado san Juan Crisóstomo, parafraseando al Eclesiastés o libro de Qohélet.


El 1º de enero de 1959 se había producido la revolución cubana. Para nosotros, internos en un seminario, no nos decía mucho aquel hecho y, por el contrario, nos hacían rezar por el “revoltoso” Fidel… Sin embargo, y como dato curioso, recuerdo que nuestro profesor de oratoria tenía grabados en una cinta de magnetófono unos discursos de Fidel Castro que nos los hacía escuchar como un ejemplo y modelo de oratoria. No se imaginaba el jesuita profesor de oratoria que, 55 años después, Fidel  seguiría siendo ejemplo para millones…




Llegan los franceses…

“Por favor, ¡dibújame un cordero!, dijo una vocecita al principito…” Y con esta simple frase, Antoine de Saint-Exupéry, nos introducía en un profundo humanismo, en el cual “lo invisible no se ve ante los ojos”…


Para la España de Franco y para la iglesia tradicional, Francia era la cuna del mal, país que albergaba a muchos republicanos españoles exiliados después de 1939, pero para quienes deseaban la libertad, era una sociedad envidiable.


La iglesia de Francia era también un atractivo para nosotros: ahí había empezado la renovación de la liturgia, un joven jesuita recorría en moto las calles de París con su guitarra al hombro y cantaba en los bares “le Seigneur reviendra, ne sois pas endormi cette nuit là…” (“el Señor volverá, no estés dormido esa noche”).




El P. Aimé Duval, nació el 30 de junio de 1918 au Val d’Ajol (Francia) y aparece como el precursor de la evangelización acompañado por su guitarra. En 1953, se consagra a la música y sus canciones son reproducidas con gran éxito en Francia, en Europa, en América. Grabó catorce discos en nueve idiomas. En 1984 fallece Aimé Duval.

También en esa Europa de búsqueda aparece una monja dominica, Sœur Sourire (Hermana Sonrisa en francés) que se inspira y graba canciones: “Dominique, nique, nique…”, será el mayor de sus éxitos que tararearán millones de personas..

Epitafio extraído de una canción suya:
J'ai vu voler son âme, À travers les nuages,
(Vi volar su alma entre nubes)

Dominique, nique nique, 
pobremente por ahí 
va él cantando amor. 
Y lo alegre de su canto 
solamente habla de Dios, 
de la palabra de Dios. 

Una sencilla lápida recuerda la vida de la religiosa rebelde que acabó suicidándose después de sufrir una dolorosa vida.





Pues bien, de esa Francia de vanguardia, engreída muchas veces, pero crisol de grandes filósofos y escritores, pudimos compartir nosotros, los estudiantes jesuitas de Catalunya, porque cada año, durante las vacaciones de verano, se organizaba “la maison française” (“la casa francesa”) que era una experiencia tan simple como invitar a varios jesuitas franceses a pasar su vacación con nosotros, en Catalunya, con la condición de que durante ese mes de verano sólo se podía hablar en francés  dentro del seminario. Fue una forma de imaginarse que uno vivía en Francia, pero… sin gastar dinero ni en pasajes ni en alojamiento. ¡Los jesuitas siempre han sabido organizarse cuidando la economía!

Corría el año 1961. La dictadura franquista proseguía en España. Y a los 21 años de edad, una vez terminados los estudios humanísticos, me trasladé a otro seminario, más cerca de Barcelona, en San Cugat del Vallés, para estudiar filosofía durante tres años más…  Una etapa más que tenía que sobrepasar para llegar a Bolivia.

1 comentario:

  1. ¡Lo invisible no se ve ante los ojos! Creo que esto es lo especial de la vida y sólo si podemos ver más allá de lo visible disfrutaremos del camino mientras transitemos por ella. Esperamos el tercer capítulo de nuestro Caminante.

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