miércoles, 5 de octubre de 2016

RETAZOS DE UNA VIDA: IRFA Y RADIO SANTA CRUZ

1ª Parte. Un 12 de octubre de 1982

No trato de realizar ninguna apología de esa fecha, gloriosa para unos, vergonzosa para otros. Es más, no creo en el mito del “descubrimiento” ni en el intento de socapar una brutal represión bajo el eufemismo de “encuentro” de culturas”. Pero por esas situaciones de la vida, fue justamente en esa fecha cuando me encontré con el P. Víctor Blajot, en la ciudad de La Paz. Don Víctor era un jesuita venerable, querido por muchos y también rechazado  -¿y quién no lo es?-  por unos pocos.

El P. Blajot había llegado a Bolivia en 1963, con la experiencia acumulada de haber sido maestro formador de novicios, superior de la provincia jesuítica de Cataluña, asistente del superior General de los jesuitas en Roma y otros muchos cargos más…

Aunque como buen catalán tenía sus rasgos de tacañería  -cuando dejé la Compañía de Jesús, no quiso darme un simple finiquito de $us. 600.- único patrimonio que tenía para recomenzar con 35 años una vida de laico-, sin embargo había un mutuo sentimiento de simpatía y amistad. Y ese cariño se afianzó y aumentó cuando dejé de ser jesuita.

Ese 12 de octubre marcaría un cambio importante en mi vida. Desde que llegué a Bolivia, siempre había trabajado en la región andina, con los campesinos aymaras del norte de La Paz. Al encontrarnos ese 12 de octubre de 1982, el P. Víctor me abordó directamente:

-Con el Instituto Radiofónico Fe y Alegría estamos iniciando una radio educativa en Santa Cruz de la Sierra. La directora, la religiosa Emma Rioja, tiene que trasladarse a Cochabamba y necesitamos a alguien que asuma la puesta en marcha de esa emisora. ¿Te animarías a ir a Santa Cruz para asumir la dirección del IRFA y comenzar con la radio? 

Me sorprendió la pregunta y me agradó la confianza que mostraba en mí. Después de consultarlo con mi esposa, la respuesta fue afirmativa. Nos daba un poco de temor, pues esa decisión significaría cambio de vivienda, de escuela para mis hijas  -que ya habían tenido otro cambio de Barcelona a Iquitos, en Perú, y de ahí a La Paz-, de círculo de amistades y de clima. Pero también era un desafío y la vida está llena de interrogantes y de cambios… Al menos, así lo viví desde que dejé la casa de mis padres a los 17 años. Ahora, con 42 años, seguiría cambiando y caminando por nuevas rutas.

Con esa decisión y para conocer algo en qué consistiría mi nueva tarea, a fines de noviembre del 1982, aterricé en el aeropuerto del Trompillo. A ese mismo aeropuerto había llegado en julio de 1964, después de un viaje por barco desde Barcelona hasta el puerto de Santos, en Brasil, y de ahí, por avión, a Santa Cruz. En aquel momento, Santa Cruz fue una etapa de paso hacia mi destino en la ciudad de Sucre, donde permanecería durante tres años trabajando como profesor. Ahora, dieciocho años después, retornaba con mi familia para radicar en las tierras bajas de Bolivia.

Al llegar al aeropuerto, mi primera sorpresa fue encontrarme con Álvaro Puente, que había ido a recibirme acompañado de Rosalba del Valle, religiosa dominica que trabajaba en el Instituto Radiofónico Fe y Alegría desde su fundación. 

Fue un primer contacto con el IRFA. En aquel encuentro de dos días pude conocer una institución que había nacido impulsada por otra religiosa, Emma Rioja, con la inspiración de los jesuitas, Tomás García Garrote y Víctor Blajot. Y de ese encuentro brotó el compromiso de incorporarme al comenzar 1983: el año nuevo nacería con una tarea nueva.





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