Con el sabor del mar y del salitre caribeño, enfiló el buque hacia el istmo
panameño. Los recuerdos de la despedida de Barcelona permanecían todavía
frescos, que lentamente se iban yuxtaponiendo con la emoción de acercarnos al
inmenso océano Pacífico.
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El barco se aleja del muelle de Barcelona |
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Agosto 1971: despedida familia |
Atrás quedaban padres, hermanos y amistades… Atrás quedaba también un
continente viejo y volvía a plasmarse en nuestra retina el Nuevo: ¡AMERINDIA!,
la América morena…
El canal de Panamá
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Canal de Panamá |
Una cosa era haber estudiado en libros la faraónica obra iniciada
por los franceses, a partir de 1880 -pero las enfermedades y los problemas
financieros los vencieron y la obra fue proseguida
en 1903, por Estados Unidos-, y otra muy
diferente experimentar el paso de un océano al otro a bordo de un
trasatlántico.
A través de esclusas, que hacían subir el barco desde un nivel a otra
altura, la nave llegaba hasta un lago natural, Gatún, situado en el centro de Panamá. El ascenso del barco constituía en sí mismo un espectáculo de ingeniería.
El paso se hacía de noche, pero en ese momento todos los pasajeros estábamos
despiertos para captar como se cerraba la compuerta de la primera esclusa, se
llenaba de agua para que el barco subiera a la altura de la siguiente y, arrastrado
por unas orugas, se proseguía hasta atravesar los 80 kilómetros del canal.
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Puente de las Américas sobre el canal de Panamá |
Por fin, llegábamos al nivel del
lago Gatún, en el centro del istmo panameño, y de ahí, navegando ya el barco
por sí mismo se presentaba ante nuestra mirada, en un claro amanecer, el
inmenso puente de las Américas… ¡Ya habíamos llegado al Pacífico!
Noticias no muy gratas
En aquel tiempo no existía ni el internet ni la telefonía celular. Desde el
8 de agosto de 1971, cuando salimos de Barcelona, no habíamos tenido noticias del
mundo: sol, piscina, lectura, cine, salón de baile -al cual los devotos jesuitas ni nos
acercábamos-. Sin embargo, al cruzar el
canal se acercó el capitán del barco a los cuatro pasajeros que íbamos a
Bolivia, un matrimonio joven y los dos jesuitas (casi el total de los pasajeros
viajaba a Chile) y nos anunció la noticia que había captado por su radio:
¡acababa de ocurrir un levantamiento militar en Bolivia! “¡Vaya! -exclamé-, cuando llegué por vez primera, en
julio de 1964, viví el golpe de estado del general Barrientos contra el
presidente Víctor Paz Estenssoro. Ahora al regresar en este segundo viaje ya se
anunciaba un nuevo golpe…”.
Las noticias eran confusas y no sabíamos quién sería el promotor de ese
levantamiento militar. Tuvimos que desembarcar en Arica para que nos informaran
que el coronel Banzer, el 19 de agosto, había encabezado el golpe y después de
atacar a la universidad cruceña, con el apoyo de la falange, había llegado
hasta La Paz y se autoproclamó presidente de la República. Qué ironías de la
vida: esa falange de José Antonio Primo de Rivera, que fue la pesadilla en
España en la época del franquismo, había sido trasplantada a Bolivia por el escritor,
poeta y periodista cochabambino, Oscar Únzaga de la Vega, fundador en Santa
Cruz de Falange Socialista Boliviana, FSB.
Pero no hay que adelantarse a los acontecimientos. Todavía nos faltaba
surcar el mar hacia el sur. Y así, nuevamente hicimos escala en Colombia, pero
esta vez en otro puerto:
Buenaventura
Y prosigue con su escalofriante descripción: “Esta es la ciudad de "las casas de pique", donde bandas
criminales de origen paramilitar, dedicadas a la extorsión y el narcotráfico,
descuartizan vivas a muchas de sus víctimas antes de arrojar los pedazos al agua”.
Finalizada la escala en Buenaventura, el barco prosiguió rumbo
al sur. ¡Ecuador, con su puerto Guayaquil, nos esperaba!
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